La ciberseguridad ha emergido como un frente geoestratégico crucial en el mundo contemporáneo. En una época donde la tecnología domina la comunicación, la infraestructura crítica y la economía global, los conflictos internacionales han trascendido las guerras convencionales para abarcar también la guerra digital y la guerra informativa.
En este contexto, el caso de Taiwán frente a China en 2025 es una expresión paradigmática de cómo los ciberataques y la desinformación se emplean como herramientas de presión política y militar para socavar la soberanía de un Estado y alterar la estabilidad social y política. Esta dinámica de ciberataques plantea nuevos retos y demanda respuestas innovadoras en el ámbito de la defensa, la diplomacia y la gobernanza digital.
La magnitud y naturaleza de la ofensiva
Según datos recientes de la Oficina de Seguridad Nacional de Taiwán (NSB), los ciberataques cibernéticos dirigidos a organismos gubernamentales experimentaron un aumento significativo en 2025, creciendo un 17% en comparación con 2024. Esto se traduce en un promedio de 2,8 millones de ciberataques diarios, superando los 2,4 millones registrados el año anterior.
Más allá del crecimiento cuantitativo, esta cifra revela una evolución cualitativa de los ciberataques, con una mayor sofisticación y diversificación en las tácticas empleadas. Las principales víctimas de esta ofensiva de ciberataques incluyen la Red de Servicios Gubernamentales del Ejecutivo taiwanés, que actúa como el núcleo administrativo conectando múltiples agencias estatales, así como sectores críticos para la estabilidad del país: salud pública, defensa nacional, telecomunicaciones, energía e infraestructuras esenciales.
Los ciberataques varían desde intentos de acceso no autorizado con el objetivo de robar información sensible, hasta campañas masivas de saturación que buscan desestabilizar servicios y crear caos en la vida cotidiana de los ciudadanos. Lo que distingue esta ofensiva de ciberataques es su doble naturaleza: por un lado, se orienta a penetrar sistemas para obtener inteligencia estratégica y comprometer infraestructuras vitales; por otro, se despliega una campaña masiva de desinformación y manipulación mediática.
Taiwán ha detectado la operación de más de 10,000 cuentas anómalas en redes sociales, responsables de difundir más de 1,5 millones de mensajes diseñados para desacreditar al gobierno, elogiar el régimen chino y sembrar dudas sobre la alianza con Estados Unidos, uno de los principales pilares de la defensa taiwanesa.
Esta desinformación incluye narrativas favorables a Pekín, como mensajes que promueven la idea de que la reunificación con China es inevitable y beneficiosa, mientras que atacan directamente la percepción pública sobre las instituciones democráticas de Taiwán. El objetivo es erosionar la confianza social y promover la polarización política interna, debilitando así la cohesión nacional en un momento crítico.

La guerra cognitiva: Atacar la percepción pública
Un elemento clave en esta campaña de ciberataques es la llamada guerra cognitiva, que apunta a influir y controlar la opinión pública más que a comprometer únicamente sistemas técnicos. En este marco, se utilizan tecnologías avanzadas, incluyendo inteligencia artificial (IA) para generar contenido manipulador en forma de memes, videos, mensajes personalizados y noticias falsas, abordando temas polémicos y sensibles para la sociedad taiwanesa.
Entre estos temas se incluyen las elecciones presidenciales y locales, negociaciones comerciales delicadas, temas de soberanía y las relaciones internacionales con Estados Unidos, Japón y otros países. La estrategia busca explotar divisiones sociales existentes y generar nuevas tensiones internas, un proceso que los expertos han denominado “usar Taiwán para atacar Taiwán”.
La dificultad para identificar y contrarrestar esta operación reside en que las fuentes de información falsa aparentan ser locales, lo que complica enormemente la detección y reduce la efectividad de las respuestas oficiales. Estas campañas de desinformación utilizan técnicas avanzadas de inteligencia artificial para crear perfiles falsos muy creíbles, capaces de interactuar con usuarios reales y difundir mensajes manipuladores de forma orgánica.
Este enfoque se inscribe en lo que se denomina tácticas de “zona gris”, que combinan acciones coercitivas sin llegar a un conflicto abierto. Incluyen ciberataques campañas de desinformación, provocaciones militares controladas y maniobras diplomáticas diseñadas para debilitar al adversario sin desencadenar una guerra directa. Esta estrategia busca mantener la presión constante sin provocar una respuesta que escale hacia un conflicto armado, generando incertidumbre y desgaste prolongado.
Objetivos estratégicos y sectores en la mira
Los objetivos de la ofensiva de ciberataques china son múltiples y buscan tanto impactos materiales como simbólicos. En el ámbito material, se priorizan infraestructuras críticas: hospitales, sistemas energéticos, redes de telecomunicaciones y estructuras militares.
La interrupción de cualquiera de estos servicios por un ciberataques podría desencadenar un caos social considerable y vulnerar la capacidad de respuesta del Estado taiwanés en situaciones de crisis. Por ejemplo, un ciberataques exitoso que afecte al sistema energético podría dejar a amplias zonas sin electricidad, impactando hospitales, comunicaciones y sistemas de transporte.
En cuanto a la información y la percepción pública, la campaña desinformativa apunta a cuestionar la legitimidad del gobierno y fomentar desconfianza en la alianza con Estados Unidos, el principal aliado y proveedor de armamento para Taiwán. Esto tiene consecuencias directas en la estabilidad política interna, ya que la confianza ciudadana es un pilar fundamental para la gobernabilidad y la capacidad de resistir presiones externas.
Por otra parte, la NSB ha reportado la acusación de 24 personas por espionaje, incluidos oficiales activos y retirados, evidenciando que la campaña combina ciberoperaciones con agentes humanos que trabajan para sustraer información estratégica y comprometer redes internas. Esto refleja un modelo híbrido de ciberataques, donde las operaciones digitales se complementan con el espionaje tradicional.
El contexto histórico y geopolítico
Taiwán se gobierna de forma autónoma desde 1949 bajo el nombre oficial de República de China, con su propio sistema político, económico y social, que se distingue por ser una de las democracias más avanzadas de Asia. A pesar de sus características propias y su funcionamiento independiente, Pekín considera a Taiwán como una “provincia rebelde” y una parte inalienable de su territorio, no reconociendo su soberanía ni independencia.
Desde la fundación de la República Popular en 1949, la relación entre ambos ha estado marcada por tensiones, aunque con distintos grados de intensidad y momentos de relativa calma. En las últimas décadas, el crecimiento económico y militar de China ha fortalecido su capacidad para presionar a Taiwán mediante medidas económicas, diplomáticas, militares y, más recientemente, ciberataques.
El presidente Xi Jinping ha colocado la “reunificación nacional” como un objetivo estratégico clave, enmarcado dentro de su proyecto de “rejuvenecimiento de la nación china”. Este objetivo ha llevado a Beijing a intensificar su campaña de presión política y militar, incluyendo maniobras militares cerca del Estrecho de Taiwán, sanciones diplomáticas contra países que reconocen a Taiwán y una guerra híbrida que combina la coerción militar con la guerra informativa y ciberataques.
La importancia geoestratégica de Taiwán, situada en el centro de rutas marítimas cruciales para el comercio mundial y la proyección del poder en el Pacífico, convierte a la isla en un punto focal para el equilibrio regional. La rivalidad entre Estados Unidos y China en esta zona multiplica las implicaciones de cualquier conflicto o acción coercitiva, aumentando la complejidad del escenario.
El auge de las tácticas de “zona gris”
La “zona gris” se refiere a acciones coercitivas que no alcanzan el nivel de conflicto armado abierto, pero que buscan lograr objetivos políticos y estratégicos. En el caso de Taiwán, estas tácticas incluyen la realización de ejercicios militares provocativos cerca de la isla, la incursión de globos y drones de vigilancia más allá de la línea media del Estrecho, ciberataques masivos y campañas de desinformación y manipulación de la opinión pública.
Estas acciones militares y ciberataques tienen la ventaja para Pekín de mantener una presión constante y creciente sin provocar una respuesta militar directa que podría escalar el conflicto hacia una guerra abierta. La dificultad para identificar con claridad los límites entre la paz y la guerra limita la capacidad de Taiwán y sus aliados para reaccionar de manera efectiva, generando un desgaste político y social constante.
Además, estas tácticas afectan la estabilidad regional y complican la diplomacia internacional, ya que los actores involucrados deben manejar cuidadosamente sus respuestas para evitar escaladas. La “zona gris” en la que se encuentran también los ciberataques representa, por tanto, una forma sofisticada y sostenida de confrontación que desafía los marcos tradicionales de la guerra y la paz.

Los desafíos internos para la defensa de Taiwán
Taiwán ha desarrollado capacidades notables en ciberdefensa, posicionándose como uno de los países más avanzados en Asia en este ámbito. Sin embargo, enfrenta importantes limitaciones que dificultan una defensa totalmente efectiva. La dependencia de sistemas heredados en algunas áreas gubernamentales genera vulnerabilidades explotables por atacantes sofisticados, lo que requiere una modernización constante y costosa.
Además, la brecha en talento especializado en ciberseguridad es un problema crítico. La rápida evolución de las amenazas de ciberataques supera la capacidad de formación y retención de expertos, dificultando la rápida detección y respuesta a incidentes complejos y coordinados.
El factor humano sigue siendo una debilidad fundamental, dado que los ciberataques de ingeniería social, phishing y otros métodos de manipulación psicológica pueden comprometer incluso las mejores defensas técnicas. La sensibilización y capacitación constante de funcionarios públicos y de la ciudadanía es crucial para reducir este riesgo y fortalecer la resiliencia colectiva frente a las amenazas de ciberataques.
Estrategias de defensa y resiliencia digital
Frente a esta amenaza multidimensional de ciberataques, Taiwán ha implementado un enfoque integral que incluye la modernización tecnológica, reformas legales, cooperación internacional y campañas de educación cívica.
En materia tecnológica, la adopción de modelos de seguridad basados en “confianza cero” (zero trust) limita el acceso a sistemas solo a usuarios autenticados y verifica continuamente la legitimidad de las conexiones, reduciendo la superficie de ciberataque. Asimismo, se emplean sistemas avanzados de inteligencia artificial para detectar patrones anómalos y responder automáticamente a amenazas emergentes de ciberataques, mejorando la capacidad de defensa en tiempo real.
En el ámbito legal, se han reforzado las sanciones contra el espionaje y la difusión de desinformación, junto con mecanismos para identificar y cerrar cuentas falsas en redes sociales. Estas medidas buscan mitigar el impacto de la guerra informativa en la percepción pública y fortalecer la confianza en las instituciones democráticas.
La cooperación internacional también juega un papel clave en la estrategia taiwanesa. Mantener alianzas sólidas con Estados Unidos, Japón y otros países democráticos permite compartir inteligencia, tecnología y mejores prácticas en ciberseguridad, creando un frente común ante la amenaza china y elevando el costo para Pekín de sus acciones agresivas.
El impacto en la sociedad y la democracia
Más allá de los aspectos técnicos y estratégicos, la campaña china tiene un impacto profundo y multifacético en la sociedad taiwanesa. La desinformación y la manipulación de la opinión pública generan polarización y desconfianza, lo que dificulta la gobernabilidad y erosiona la cohesión social necesaria para afrontar crisis.
Para contrarrestar esto, el gobierno promueve la alfabetización mediática, fortaleciendo la capacidad de los ciudadanos para identificar noticias falsas, comprender el contexto de la información y resistir la manipulación. La transparencia institucional y la comunicación clara y constante son herramientas esenciales para mantener la legitimidad y el respaldo popular, además de construir una narrativa sólida que contrarreste la propaganda externa.
Este enfoque integral busca no solo proteger la infraestructura digital, sino también proteger la integridad social y política, elementos clave para la resiliencia democrática en un entorno cada vez más digitalizado y complejo contra los ciberataques.
Lecciones para el mundo: La nueva era de la guerra híbrida
El caso de Taiwán ofrece valiosas lecciones para otras democracias enfrentadas a presiones externas en un mundo digitalizado. La ciberseguridad debe entenderse como un elemento fundamental de la seguridad nacional, la diplomacia y la estrategia política.
La guerra híbrida, que combina aspectos militares, tecnológicos, informativos y sociales, exige respuestas integradas y multidimensionales. La resiliencia democrática no solo depende de contar con tecnología avanzada, sino también de construir una sociedad informada, instituciones transparentes y redes de colaboración internacionales sólidas.
Este caso subraya la necesidad de repensar las doctrinas de defensa y seguridad para incorporar la protección del espacio digital y la gestión estratégica de la información como pilares centrales. Además, destaca la importancia de fortalecer la cooperación internacional para enfrentar amenazas que trascienden fronteras y requieren respuestas colectivas.
Perspectivas futuras y recomendaciones
Ante esta creciente amenaza, es fundamental que Taiwán continúe invirtiendo en tecnologías de ciberseguridad, incluyendo inteligencia artificial, análisis de big data y sistemas de detección temprana de amenazas. A su vez, debe fortalecer la cooperación regional y global con aliados que compartan los valores democráticos y la defensa de un orden internacional basado en normas.
La educación y sensibilización de la población son igualmente vitales. Programas permanentes de alfabetización mediática ayudarán a mitigar el impacto de la desinformación y fortalecerán la resiliencia social. Además, la transparencia gubernamental y el compromiso con la rendición de cuentas fomentarán la confianza pública y reducirán la efectividad de las campañas de manipulación.
Desde la perspectiva internacional, es necesario promover acuerdos y marcos legales que regulen el comportamiento en el ciberespacio y sancionen a actores estatales que utilicen estas tácticas agresivas. La comunidad internacional debe trabajar para crear un entorno digital seguro y confiable, donde la soberanía y los derechos de los pueblos sean respetados.
Finalmente, la experiencia de Taiwán nos recuerda que la defensa moderna es multidimensional y requiere un enfoque que abarque tecnología, sociedad, diplomacia y gobernanza. La consolidación de democracias fuertes, transparentes y resilientes será la mejor defensa contra la guerra híbrida en esta nueva era.

La ofensiva china contra Taiwán en 2025 ejemplifica la transformación de la soberanía nacional en un concepto que va más allá del control territorial, abarcando también la protección del espacio digital y la información pública. China ha desarrollado un aparato híbrido que combina ciberataques masivos, guerra informativa y presión militar para intentar minar la soberanía de Taiwán sin recurrir a un conflicto abierto.
Este modelo contra diversas ofensivas como los ciberataques representa un desafío sin precedentes para las democracias, que deben responder no solo con capacidades tecnológicas, sino con estrategias políticas, sociales y diplomáticas integradas. Taiwán, por su parte, ha demostrado una notable capacidad de adaptación, fortaleciendo sus defensas digitales y promoviendo la cohesión social frente a la desinformación y los ciberataques.
Sin embargo, la lucha por la integridad territorial y la defensa de su sistema democrático continúa siendo compleja y exige constante innovación, inversión y cooperación internacional. El futuro de la seguridad en la región dependerá en gran medida de cómo se gestionen estas nuevas formas de conflicto híbrido y de la voluntad de la comunidad internacional para apoyar a Taiwán en su derecho a decidir su propio destino.
En un mundo cada vez más interconectado, la defensa de la soberanía digital y la integridad informativa son tan importantes como la defensa física del territorio, configurando un nuevo paradigma para la seguridad nacional y global. Si quieres conocer más las más innovadoras estrategia contra los ciberataques, escríbenos a [email protected]. Tenemos un equipo de expertos en ciberseguridad para asesorarte.